Hamlet
Acto IV
Acto IV
Escena VII
A su alrededor
se extendieron sus ropas, y, como una náyade,
la sostuvieron
a flote durante un breve rato. Mientras,
cantaba
estrofas de antiguas tonadas, como inconsciente
de su propia
desgracia, o como una criatura dotada por
la naturaleza
para vivir en el propio elemento. Mas no
podía esto
prolongarse mucho y los vestidos cargados
con el peso de
su bebida, arrastraron pronto a la infeliz
a una muerte cenagosa, en medio de sus
dulces cantos.
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